Exponernos al sol es saludable y necesario para nuestra salud, entre otras cosas para la síntesis de la vitamina D, fundamental para mejorar la fijación del calcio en lo huesos.

El problema está en la exposición prolongada o en horas de mayor intensidad del sol. En esos casos debemos recurrir a protegernos de él y una de las formas más común en las que lo hacemos es con protectores solares convencionales, pero ¿en qué consisten estos protectores.

Nuestro cuerpo ha desarrollado sus métodos para protegerse de los rayos UVA, estos son el sudor que entre sus componentes se encuentra un ácido con efecto protector, y la melanina, el pigmento que nos oscurece la piel.

Los protectores solares corrientes son cremas con componentes químicos que interfieren en este método natural de protección de nuestro organismo, y pueden llegar a ser los responsables de problemas hormonales, puesto que son disruptores endocrinos. Esto puede conllevar desde interrupción de la fabricación de ciertas vitaminas, hasta enfermedades severas como el cáncer.

Las sustancias químicas más comunes que se encuentran en los bloqueadores solares son oxicinamatos,  benzofenonas y camcenos, los tres con propiedades antiandrogénicas, es decir, alteran el comportamiento de las hormonas sexuales.

Entre otros efectos, estos químicos:

• Obstruyen la salida del sudor para no perder la crema.
• Retrasan la rojez. Una señal de que nuestra piel se está quemando es cuando se pone roja. Los protectores solares retrasan que así sea, de manera que ya nos estamos quemando cuando el color rojizo de la piel empieza a subir.
• No permiten la correcta síntesis de vitamina D.
• Contaminan el medio ambiente ya que tienen componente derivados del petróleo y se ensucian los mares y océanos por su excesivo uso en las playas.